lunes, 26 de octubre de 2009

.Aúnno.

El señor Cabeza de Rosa la notaba rara.
Sabía que se creaba sus alteregos (sí, en plurar, eran muchos) dándoles una personalidad tan fuerte que en ocasiones no es que se fusionaran, sino que la absorvían hasta el punto de dejar de ser ella para ser ellos.

En lo que Él creía uno de ellos quiso parar y pidió un motivo, y el Señor Cabeza de Rosa no lo entendía, él nunca pedía nada, no lo necesitaba y si lo necesitaba... lo conseguía.

Un Motivo.
Llevaba tiempo pidiéndo un Motivo, intentando trascender y búscandolo fuera de ella. Tampoco pedía mucho, solo quería que fuera bueno, lo suficientemente bueno como para hacerla parar. O que tuviera chocolate. O que fuera un tubérculo. Era igual, lo importante era el resultado.
Lo importante era parar.


- ¡¿Y para qué un Motivo?! -pregunta Cabeza de Rosa- Si lo quieres.. ¡solo hazlo! O bueno, deja de hacerlo. Para.

Pero no. Sabe que no es tan sencillo para ella, necesita algo que venga de fuera, y que dure lo que tenga que durar hasta que no lo necesite más.
No es lo suficientemente fuerte para dejar de hacerlo.

.Aúnno.

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