domingo, 28 de junio de 2009

Domingos asegurados

Llevaba todo el día sin parar, la vió entrar y salir al menos 6 veces.

Por último, el Señor Cabeza de Rosa la vió entrar a las 5 de la mañana con una sonrisa en la boca. Le dió un toque y escribió un sms claro, conciso: "Resumen de la noche: ME ENCANTA".

Se conocieron la misma noche en que ella decidió salir a jugar sus cartas con los labios más rojos que nunca: el bar de siempre, la gente de siempre, la barra libre para ella y su amiga. Y jugadores. Muchos jugadores.
Ella ya se conocía aunos cuantos, sabía a qué cartas les gustaba jugar, sabía que solían ir con faroles o sabía si decían la verdad. Sabía quiénes juagaban bien y quiénes necesitaban unas timbas más. Pero esa noche quería probar una pareja nueva, sentarse en una mesa diferente y, ¿quién sabe? quizá aprender de otros con más experiencia en las apuestas.
Analizó la sala, examinó las miradas, casi todas enturbiadas por el humo y el alcohol. Y se decidió: unos ojos verdes y una sonrisa encantadora que parecían decir: "tengo escalera de color".

No jugaron, sin embargo hablaron sobre torneos y estrategias, intercambiaron experiencias y el numero de teléfono. Pasaron varios días y su móvil no sonaba, hacía mucho tiempo que ella no pronunciaba las 9 cifras, casi las había olvidado. De repente se vió precupada por si había confundido alguna de ellas.
Pero no, no se había confundido, el teléfono entonó su Two timing touch and broken bones, y quedaron.

Anoche fue la 3º vez, ella había mentido a sus amigos, no solía hacerlo, de hecho, los cumpleaños eran sagrados. Pero cambió el bisbaleo de Moncloa por un par de heineken en The cat Club. Buen rock, buena cerveza, y la compañia.. cada vez mejor.

Esta vez tampoco jugaron, tantearon sus cartas y rieron, rieron mucho.


Y ahora va por el tercer capítulo. Normalemente los días como hoy caen 5.
Ella alega dolor de muelas, pero el Señor Cabeza de Rosa lo sabe, sabe que es domingo.



.I pot ser que vulgui tardes de diumenge assegurades, encara que el meu coll demani a mossegades el contrari.

martes, 16 de junio de 2009

(Solo)

El Señor Cabeza de Rosa sabía que le iba a traer problemas.
Era estúpido.
Era estúpida.
Estúpida por seguir así, estúpida por seguir siendo consciente de que le iba a traer problemas.
¡Estúpido! ¡Estúpido! ¡Estúpido!



Tan sólo tuvo que esperar tres semanas para que llegara el primer quebradero de cabeza en forma de ramera. Y le odió. Y se odió. Se odió porque lo sabía. Sin embargo no pudo odiar la situación mucho tiempo: se dió cuenta de que durante esas tres semanas no se le había borrado una sonrisa de la cara. La sonrisa era estúpida, por supuesto, como él, como ella. Como toda la situación.



Tras el primero vinieron más, no muchos, pero sí unos cuantos. Y mira que se lo advirtieron, sobre todo el Señor Cabeza de Rosa...pero no, ella nunca se fiaba de las adverencias, siempre quiso probar y comprobar. Ya se sabe, escuchó tantas veces el típico "nos caemos para aprender a levantarnos" que casi lo convirtió en su lema. Y ese ea en parte el problema: nunca se había caido, nunca tuvo ni una fractura, ni un leve esguince. Nunca tuvo nada que no se pudiera curar con una tirita y un curasana.


Y lo sabía.

Y la muy estúpida siguió.

Y la muy estúpida sigue preguntándose si es un oso o una osa.





Y el Señor Cabeza de Rosa lo sabe, siempre sabe lo que pasa, sabe que es la primera vez que le jode que la llamara (solo) para follar.



domingo, 7 de junio de 2009

Entre sus piernas.

El Señor Cabeza de Rosa observó cómo entraba en la habitación sobre las 7 de la tarde para empezar a prepararse, como el más salvaje de los animales comienza su ritual de apareamiento.
Habían quedado a las 10.
La vio con la sonrisa en la boca, como si fuera la primera vez que quedaban. De hecho, era la primera vez en 5 meses que lo hacían.

Muchas veces la escuchó referirse a él, muchas veces de mil maneras. Y es que nunca había sabido como nombrarle. Generalmente era su "ex", pero en su cabeza la palabra completa era exfollamigo. Eso era. Exfollamigo.
Habían intentado ser algo más y comenzaron con los formalismos de pareja: cine, cenas, presentación de amigos, de familia, llamadas diarias, regalos puntuales...
Pero nunca hicieron el amor. Solo follaban. Se follaron con los ojos desde el primer día. Y quizás, sólo quizás, el último se follaron con algo de ternura en la mirada. Pero solo eso, ternura. Y sólo quizás.
Nunca dijeron te quiero si la frase no terminaba con ese sucio verbo.
Y no eran frívolos. Lo sabían, sabían que la maldita palabra se quedaba grande. No tenía cabida más que en la cama, el coche, la piscina o la mesa de la cocina. Se quedaba incompleta sin los gemidos, sin los mordiscos, sin las embestidas...

El Señor Cabeza de Rosa nunca le conoció, Ella siempre le aseguraba que estaba muy lejos de su cama. Y nunca mentía en eso.
Sin embargo la conocía bien. Llevaba viéndola a través de sus espinas unos cuantos años, los suficientes para saber que el día que apareció con una palmera de chocolate, también apareció con algo más que arañazos al final de su espalda.
Pero eso Ella no lo sabe.
O no lo quiere saber.


- ¿Venías para esto?
- Sí y no.
- ¿Cómo?
- Quería verte, pero sabía que ocurriría.
Te echaba de menos (entre mis piernas)

jueves, 4 de junio de 2009

Zona Rasrillai

El Señor Cabeza de Rosa lleva 125 minutos escuchándola hablar de amor y sexo. Bueno, para ser extactos, el Señor Cabeza lleva 124 minutos escuchándola hablar sobre sexo y 1 minuto sobre amor.
A ella le gusta hablar de todo. De todo menos de lo que desconoce, "eso es de idiotas", alega. Y realmente no son pocos los temas que se le escapan, pero el amor no es uno de ellos. Simplemente... no habla de amor. No con él al menos.
Es, como diría una loca, "Acotado de caza", "Campo acotado", "Vedado de caza", ... "Zona Rastrillai".

Y el Señor Cabeza de Rosa, desde su posición elevada y seca, cada noche la mira, y esta noche la considera frívola por igualar al sexo con una partida de póker. Sin embargo, no puede evitar imaginársela semidesnuda y con la respiración acelerada sobra una mesa de la cafetería de la facultad como si supiera que esa partida la iba a ganar, ya fuera con una pareja o con una escalera de color. Y es que de eso se trata, es lo que ella intenta explicarle una y otra vez: es igual las cartas que tengas, sólo... juégalas. Mete un farol, o vé con la verdad por delante. Pero juega, apuesta. Gana o pierde, es igual. Diviértete.
Es lo bueno del sexo, lo único que le diferencia del póker es el número de perdedores.

El señor Cabeza de Rosa lo sabe: esta noche se pintará los labios y saldrá a apostar.
Con su mejor cara de póker.