martes, 16 de junio de 2009

(Solo)

El Señor Cabeza de Rosa sabía que le iba a traer problemas.
Era estúpido.
Era estúpida.
Estúpida por seguir así, estúpida por seguir siendo consciente de que le iba a traer problemas.
¡Estúpido! ¡Estúpido! ¡Estúpido!



Tan sólo tuvo que esperar tres semanas para que llegara el primer quebradero de cabeza en forma de ramera. Y le odió. Y se odió. Se odió porque lo sabía. Sin embargo no pudo odiar la situación mucho tiempo: se dió cuenta de que durante esas tres semanas no se le había borrado una sonrisa de la cara. La sonrisa era estúpida, por supuesto, como él, como ella. Como toda la situación.



Tras el primero vinieron más, no muchos, pero sí unos cuantos. Y mira que se lo advirtieron, sobre todo el Señor Cabeza de Rosa...pero no, ella nunca se fiaba de las adverencias, siempre quiso probar y comprobar. Ya se sabe, escuchó tantas veces el típico "nos caemos para aprender a levantarnos" que casi lo convirtió en su lema. Y ese ea en parte el problema: nunca se había caido, nunca tuvo ni una fractura, ni un leve esguince. Nunca tuvo nada que no se pudiera curar con una tirita y un curasana.


Y lo sabía.

Y la muy estúpida siguió.

Y la muy estúpida sigue preguntándose si es un oso o una osa.





Y el Señor Cabeza de Rosa lo sabe, siempre sabe lo que pasa, sabe que es la primera vez que le jode que la llamara (solo) para follar.



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