domingo, 20 de septiembre de 2009

Casi media vida

El Señor Cabeza de Rosa no se lo podía creer.

Entró a eso de las 8 menos cuarto de la mañana acompañada de un chico, y el chico.. le sonaba. Ella le dejó ahí, se fue a dar una ducha y el Señor Cabeza de Rosa tuvo algo de tiempo para examinarle, mirarle detenidamente y averiguar de quién se trataba. Tenía que ser alguien importante, de eso estaba seguro: nadie entraba en su habitación. Y de repente, ahí estaba ese desconocido, sentado en la cama mirando la pared, temblando casi podría decir. O quizá era a él a quien le temblaban los pétalos y las espinas.
A los 5 minutos regresó ella: 3 minutos bajo el agua fría para quitarse el olor a tabaco, a fiesta y a alcohol. No consiguió sin embargo librarse de los nervios, y volvió a la habitación vestida con unos jeans negros, una camisa de hombre y la inseguridad pegada a la piel.

Estaba ahí, después de casi 10 años estaba ahí, esperándola, en su habitación, en su cama.
Y no se lo creía, esperaba que al volver de la ducha todo hubiese sido fruto del alcohol: heineken, mojito, vodka, ron, mahou negra, tequila... había bebido mucho... Pero no, no fueron delirios: él estaba ahí, permanecía sentado a los pies de su cama. Y no, no fue el alcohol lo que los llevó hasta ese lugar.
Fueron las ganas, los años acumulados, los impulsos frenados, los besos que se debían, las caricias que no se dieron, las palabras que se dijeron, las que callaron...

- Vamos, túmbate.
- Cómo nos pillen me van a matar, no quiero que tu padre saque la porra.
- Por favor, qué tontería! no tiene porra, placa sí, pero porra no. -Le intentó tranquilizar ella mientras el Señor Cabeza de Rosa la veía temblar-.


Y soltaron las ganas, siguieron impulsos, se pagaron los besos y se cobraron las caricias. Se dijeron algunas palabras y otras muchas, como siempre, se callaron.







- Has cambiado.
- ¿En qué?
- No lo sé, pero no eres el mismo. No eres el chico del Camarón.
- Tampoco tú la del Cameron.

Y es cierto, no eran los mismos, y sin embargo allí estaban: cómo siempre, cómo nunca.


Y Cabeza de Rosa lo comprendió: a la mañana siguiente, ninguno de los dos tendría que arrepentirse.

2 comentarios:

  1. "Y soltaron las ganas, siguieron impulsos, se pagaron los besos y se cobraron las caricias. Se dijeron algunas palabras y otras muchas, como siempre, se callaron."

    Un final perfecto para una entrada muy buena.

    Me encantan estas historias que parecen secretos que no se deberian escribir.

    Besos

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