Estoy harta, de las montañas que no son rusas, que crecen de la nada, que aumentan su tamaño con el tiempo en lugar de desaparecer con él, de que vengan a mi cada mañana, cada tarde y sobretodo, cada noche. De que vengan ellas sin que las llame y de que él no aparezca, o de que lo haga solo en mi cabeza y al doblar cada esquina.
Harta de haberle asociado a demasiadas cosas y lugares en tan poco tiempo y ahora no poder disfrutarlas por miedo a encontrar. Por encontrarle, porque aunque no esté, está. Aparece de la nada, como las montañas, y tengo que echar a correr, porque si Mahoma no quiere, yo tampoco. Y miento. Y me muero de ganas. Y me muero de miedo.
Harta de eso, de echar a correr, de andar con mil ojos por si está, por si no está.
Cansada de no tener que esperar nada, por que no, no hay nada que esperar.
O sí.
Estoy harta de esperar que desaparezca del todo, porque no puedo hartarme de esperar que aparezca definitivamente. Por que no Cachalote, porque eso no lo va a hacer.
No va a aparecer. No puedo hartarme de esperar eso. No puedo.
Puedo cansarme de leerle e intentar leerme en sus palabras y ver que no estoy, de comprender que al menos uno de los dos tiene los huevos bien puestos , de ser la única que sigue escribiéndo.le. y pensándo.le., de tener agujetas que me pinchan todo el cuerpo.
Y sin embargo de ésto último no me canso Cachalote.
- Y eso te alegra y cabrea a partes iguales. - Burbujea Cachalote en su agua llena de mierda.
- Me aterra.
lunes, 21 de diciembre de 2009
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